Rúa del Villar

Está vinculada con el desarrollo demográfico del siglo X del Locus Sanctus. Es paralela a otro gran asentamiento probablemente también del siglo X, la rúa Vicus Francorum (Rúa do Franco). Conduce desde la Plaza de Platerías hasta A Porta Faxeira por donde entra el camino de Iria (Padrón). En el Siglo XII una puerta de la primitiva muralla se abría en esta rúa. Con el tiempo las casas de la Rúa del Villar y sus huertas se fueron derribando y reformando, solo conservó su trazado que es lo permanece hoy. Las ordenanzas de 1866 aconsejaron la supresión de los soportales para ampliar la calle, por lo que casi todos los edificios construidos con posterioridad a la misma se eliminaron, conservándose solamente en los edificios anteriores a esa ordenanza que estaban en buen estado. También durante el Siglo XIX se acometió el empedrado con losas de granito, la iluminación y otras reformas urbanísticas dando como resultado la calle que podemos recorrer hoy en día.

En una de las casas anteriores a 1866, a la altura del número 66, podemos ver en la techumbre de los soportales, junto con un artesonado en madera bastante mal estado de conservación, dos orificios cuadrados de unos 30 centímetros de lado que no eran otra cosa que un sistema para ver quién llamaba a la puerta, era unas mirillas gigantescas para lo que estamos acostumbrados hoy en día pero, a falta de otro tipo de artilugios modernos, realmente efectivas.

 

Otro aspecto curioso de esta rúa es un capitel románico del siglo XII que se encuentra a la altura del número 15. Con ayuda de él, los estudiantes veteranos se burlaban de los novatos. El capitel representa un desnudo de una persona de poca edad acostado sobre su pecho, dejando al descubierto sus glúteos y el espacio existente entre ellos. Pues bien, la broma más o menos, consistía en taparle los ojos al novato y decirle que se deje llevar para llamar al timbre de esa casa, realmente el timbre no es otra cosa que el espacio interglúteo de la figura representada en el capitel, evidentemente, ya con el dedo en dicho lugar, se le destapan los ojos al confiado con la consiguientes risas del grupo.