La Puerta Santa

La Puerta Santa habla de la peregrinación como penitencia, y aun como penitencia sacramental, por esto es llamada también "Puerta de los Perdones". A este significado responden su humildad, su emplazamiento y su historia. Porque la Puerta Santa no es ninguno de los tres portales principales de la Basílica: ni el occidental, el de la Transfiguración, que hoy decimos "Obradoiro", en el que se repartían las limosnas; ni el del Paraíso, la vieja "puerta Francígena" y de los azabacheros o puerta norte; ni el del Mediodía o de la Pasión, que conocemos por las "Platerías". La Puerta Santa es una de las siete entradas menores, de los portillos ("portales... paucos", "portalullis" en el Calixtino), quizá la más oscura y recatada. Por esto habrá sido elegida, para que la entrada de los penitentes no fuese un espectáculo, ni hubiera de cerrarse, en los años no jubilares, uno de los tres accesos máximos del templo. Pero, además, el llegar al interior de la Basílica, a través de la Quintana de Muertos, era símbolo adecuado del tránsito del pecado a la gracia, y ofrecía al romero penitente la puerta más próxima del altar apostólico, como abriendo camino al extraviado. La denominación y el rito de apertura, semejante al que rodea al de la puerta vaticana, serán coetáneos de la Bula “Regis Aeternis” de Alejandro III, que reguló el jubileo, en el Códice Calixtino todavía se la llama “puerta de San Payo”; por mucho tiempo se conoció como “Porta da Quintán” .

El primer nombre respondía al derecho de la comunidad benedictina del cercano monasterio a penetrar por esta puerta para celebrar los oficios y can tar las horas canónicas. A unque sea muy tardía la actual manera de lla marla , es muy significativo el que, desde la Edad Media, venga designándose “Via Sacra” una de las calles que traen a la Quintana, la que bordea por el Norte el monasterio de San Payo, precisamente, calle que dio nombre al más cercano de los otros portillos o puertas menores de la Catedral.

En realidad, la Puerta Santa no es esa extraña portalada, amalgama de ele mentos dispersos, que da a la plaza más recoleta y litúrgica de Compostela, sino la puerta interior, abierta en el propio muro, románico y de la obra inicial, de la actual Basílica: un vano con capialzado exterior de medio punto, flanqueado en la girola por dos estatuas sedentes de la escuela del Maestro Mateo, con cartelas alusivas a la "puerta del cielo". Es éste el vano que permanece de ordinario tapiado y que sólo en los años santos se puede franquear. La otra portalada fue consecuencia de las reformas ideadas en el siglo XVII para regularizar la plaza. En 1611, Francisco González de Araujo proyectó un cierre en el cual se utilizasen doseletes y figuras del que hasta entonces había sido "el más lindo coro antiguo de España": "os vintesete da Porta Santa”, algunas fueron restauradas en el siglo XIX con nuevas cabezas . En 1694, pareciendo insuficiente la decoración, se añadió el segundo cuerpo, con las estatuas de Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro, obra de Pedro de Campo. Entre portalada, con verja del siglo XVIII, y portillo, un angosto compás: aquí tienen el privilegio de ser sepultados los Abraldes.

En Diciembre de 2003 se ha sustituido la antigua puerta de madera del portillo por una de bronce, obra del escultor compostelano Suso León, cuyo presupuesto fue de 126.000€, costeada por más de treinta empresas y organizaciones profesionales de la capital gallega. En una de sus caras muestra a Jesús, a Santiago y a los peregrinos más famosos que llegaron a Santiago. En la otra, se sintetizan los seis momentos esenciales de la vida del Apóstol.

La apertura de la Puerta Santa se celebra el día 31 de diciembre, víspera del primer día del año jubilar; un año después se cierra con parecida solemnidad . El rito de apertura de la puerta santa se remonta al siglo XVI. Desde entonces, cada año santo se lleva a cabo el mismo proceso, un cortejo pontifical semejante al de las procesiones mitradas, pero precedido de todas las cruces parroquiales del giro de la ciudad, tras el rezo del "Veni Creator" ante el altar, sale de la Basílica por las Platerías y se detiene en la Puerta Santa, cerrada a piedra y lodo. Allí ocupa su cátedra el Prelado, y los canónigos se sientan en bancos rojos, en orden coral. (El Arzobispo lleva la pluvial rica del XVII y los canónigos muceta de armiño y capa con cauda.) Un acólito ofrece al oficiante el martillo ritual, de plata, que guarda luego para sí, como recuerdo, el maestro de ceremonias.

-Aperite mihi portas justítae canta, al dar el primer golpe sobre la puerta, y el coro contesta:

-Ingressus ín eas confitebor Domino.

Un golpe más fuerte y un nuevo versículo, entonado en voz más alta. Al tercer golpe, fortísimo

-Aperite portas, quoniam nobiscum Deus-, cae el débil muro. Canta la capilla el Jubílate Deo, purifican dos presbíteros, revestidos de casullas, las jambas de la puerta, arrodíllase el Prelado en el tranco, reza nuevas oraciones y, por último, enarbolando la cruz arzobispal, pasa los umbrales mientras se canta el "Te Deum": el año jubilar ha comenzado y miles de peregrinos pasarán por ella para conseguir indulgencia plenaria

Un año después se cerrará la Puerta Santa: el mismo cortejo. El Prelado bendice e incensa las nuevas piedras, coloca una de ellas sobre el liminar y, mientras se canta el Caelestis urbs Jerusalem, vuelve al templo por las Platerías: el Año Santo ha terminado.